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Palabras de Maestro


Hola, mi nombre es Julio. Nací el 13 de noviembre de 1908 en Florida. Me convertí en maestro y desde ese lugar pude aportar mi granito de arena a una educación liberadora y popular, democrática. Siempre pensando que, lo más importante, es que todos pudiéramos formar parte de esta creación colectiva.

Fui dirigente sindical y militante del Frente Amplio. En 1971 fui candidato a diputado en mi querida Florida. También desde el semanario “Marcha” he podido insistir en los problemas que tiene nuestro país, en la necesaria unidad de la Izquierda, así como en pensar soluciones para la crisis en la que vivíamos.

Enfrentamos la dictadura con nuestras mejores tradiciones democráticas. En 1974 la policía me buscó porque “Marcha” fue clausurado, debido a que se publicó un cuento que ganó un concurso literario. Ese es el miedo que nos tenían. Ese mismo año fui preso político en el Cilindro, como tantos otros. Creían que podían encerrar nuestras ideas.

Pero un día… Ese primer día de agosto de 1977. En la mañana fui en mi camioneta a visitar a mi amigo Efraín Quesada, en su casa, charlamos mucho de la vida, de nuestro país. A eso de las 10:30 de la mañana salía caminando para ir a visitar a mi amigo, Óscar Lebel, un Capitán de Navío que se la jugó y no se entregó al poder. Sin embargo, soy interceptado en la calle, en plena calle, por dos hombres que me obligan a subir a un auto mientras que otro se lleva mi vehículo. No estábamos en el medio de la nada, Llambi y Rivera.

El secuestro fue planificado por el Servicio de Información de Defensa (SID), estuvo a cargo de Juan Ricardo Zabala. Otros integrantes del SID eran los tristemente célebres Manuel Cordero, José Nino Gavazzo, Ricardo Arab. La impunidad de algunos me sigue doliendo en el alma.

Fui trasladado al centro clandestino de detención “La Casona”, dependiente del SID, ubicado en avenida Millán Nº 4269 y Loreto Gomensoro, fue utilizado a partir de los primeros meses de 1977. Si hoy pasan por ahí van a ver un complejo de viviendas de CUTCSA.

La última vez que alguien me vio con vida fue el 3 de agosto de 1977. Me decían “el veterano”, hasta pensaban que tenía algún vínculo familiar con Fidel Castro. Otro periodista detenido señala que todos comentaban que yo había empeorado. Era difícil con mi edad. Tuvieron que transcurrir 34 años para que supieran que pasó conmigo, 34 años desaparecido, 34 años sin que nadie supiera lo que me habían hecho. Cada día me moría, una y otra vez, me asesinaban de nuevo.

Nunca pararon de buscarme. En la misma tarde de mi desaparición, mi esposa, Zaira Gamundi, radicó una denuncia por mi desaparición en la Seccional 4ta. de Policía; la volvió a hacer el día 4 de agosto. El lunes 8 de agosto fue presentada una petición ante el ES.MA.CO. y el Consejo de Estado. El 28 de setiembre el Departamento de Vigilancia de la Dirección Investigaciones de la Policía

pide la colaboración pública para ubicar mi paradero. El 4 de octubre de 1977 se emite un comunicado diciendo que había viajado a Buenos Aires, una nueva mentira de aquellos que creían que esa pesadilla duraría para siempre.

A los 57 días de mi desaparición mi esposa le envió una carta a Gregorio Álvarez, pidiéndole por mi desaparición. Fue la mejor descripción que alguien pudiera hacer de mi persona: “Mi esposo es Julio Castro, el que fuera su maestro en la Escuela Sanguinetti. Estoy segura que usted tiene que recordarlo por su excepcional calidad docente, su gran bondad, su sensibilidad humana, así como Julio Castro tenía presente en usted al pequeño escolar. Hay relaciones que no se destruyen y una es la que se establece entre maestro y alumno”. Sigo convencido que la educación puede ayudar a transformar el mundo.

Tuve la suerte de contar con compañeros y compañeras que nunca se olvidaron de pedir por mí. Por supuesto Madres y Familiares, organización a la que tenemos que agradecerle toda su lucha para encontrarnos. De verdad, lo reconozco.

Además de la infinidad de manifestaciones nacionales e internacionales que me ponían en listas de detenidos desaparecidos de la última dictadura, en 2001 se hizo una denuncia ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos reclamando por mi desaparición. La verdad de lo que me pasó seguía secuestrada, desaparecida.

El 21 de octubre de 2011, en el Batallón de Paracaidistas N° 14 de Toledo fue encontrado mi cuerpo por el Grupo de Investigación en Antropología Forense de la UdelaR. Estaba en una fosa cubierta de cal. Me enterraron vestido. En mi camisa de color verde encontraron una moneda en el interior, fiel testigo de todo lo ocurrido.

Por fin se pudo saber lo que me pasó. Al veterano lo torturaron, le fracturaron las costillas, le ataron las manos con alambres y le dispararon en la cabeza. Probablemente era un individuo muy peligroso, la educación y el periodismo comprometido pueden generar muchas acciones subversivas, conocer la verdadera información.

El 11 de mayo de 2012 me enterraron en el cementerio del Buceo. Esta vez enterrado para que mi familia y los que me querían pudieran visitarme. Saber la verdad. Un acto tan pequeño pero que transforma tanto…

Soy el Maestro Julio Castro, mis familiares pudieron encontrarme, saber lo que pasó conmigo. El Estado uruguayo sigue teniendo una deuda con todos los familiares de esos compañeros míos que desconocemos su paradero. Todos fuimos culpables de pensar un mundo mejor. Todos merecemos ser encontrados, que nos puedan llorar y que no nos sigan desapareciendo hasta el día de hoy.

Ojalá en mi país haya justicia, haya memoria y verdad. Ya ha pasado mucho tiempo, es hora de que los familiares puedan saber que nos pasó. La impunidad también ha privado a la gran mayoría de saber dónde están, que pasó, quien nos mató, de conocer esa bala que me atravesó la cabeza.

Soy el Maestro Julio Castro, y si estuviera vivo convocaría a todos y todas a ir a la Marcha del Silencio. Porque la verdad sigue secuestrada. Verdad, memoria y justicia.

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