Este 27 de Marzo luchamos también por verdad, memoria y justicia frente a los sectores más reaccionarios de la derecha que intentan cambiar la historia.
Los 27 parecen estar llamados a ser días donde se condensa mucho de la historia de nuestro país. El 27 de junio de 1973 se concentraba un proceso de creciente autoritarismo, se disolvían las cámaras y se oficializaba la dictadura. Dictadura que nace herida de muerte por la respuesta de los sectores populares con la Huelga General, con esa famosa consigna: “Si hay golpe, hay huelga”.
El 27 de marzo, pero de 2022, nos encontramos en una instancia electoral para definir el rumbo que seguirá este país. Si el país se dirige a una nueva senda neoliberal que propone el gobierno o a un camino que ponga un freno a esa andanza.
Estos dos días tienen algo en común, y es que, el pueblo tiene en sus manos la posibilidad de luchar en defensa de la democracia y de los derechos humanos. Frente a las campañas de Cabildo Abierto y sus aliados para continuar con la impunidad, es momento de verdad, memoria y justicia.
Un conjunto de actores políticos, todos muy reaccionarios eso sí, y por suerte minoritarios, vienen impulsando una campaña para votar en blanco, para defender la Ley de Urgente Consideración (LUC), pero, señalar que el gobierno es “demasiado tibio” para hacer los supuestos cambios que se requieren, principalmente liberar a los presos de Domingo Arena, aquellos que fueron responsables de violar los derechos humanos de tantos compañeros y compañeras.
No nos puede extrañar que una ley que protege a los más poderosos sea defendida por aquellos que fueron parte material de la dictadura fascista que intentó eliminar las organizaciones del pueblo y volvernos un país servil a los intereses de potencias extranjeras, porque la doctrina de la seguridad nacional no era muy criolla que digamos. Pero no contentos con eso, buscan, digámoslo claro, liberar a los torturadores, violadores, asesinos, cómplices de la dictadura cívico-militar. Ante
Los y las jóvenes tomamos las banderas que nos han dejado nuestros compañeros y compañeras en la lucha por los Derechos Humanos, en la lucha por saber que ha sido de todos aquellos que han sido desaparecidos por quienes se valieron del Estado para esparcir su terror, que han aprovechado sus posiciones, no solo para cometer crímenes políticos, deleznables, sino los abusos y degradaciones a la persona humana más condenables que puedan existir. Esto es lisa y llanamente Terrorismo de Estado, crímenes de Lesa Humanidad, como bien lo dicen todas las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Pongámosle cara, quieren liberar a “Pajarito” Silveira condenado por más de 20 delitos, entre ellos: secuestro, asesinato, lesiones graves, violación. Sigámosle poniendo cara, el primer asesinado de la dictadura fue Ramon Peré, por una bala por la espalda que disparó Tranquilino Machado, por querer defender la Democracia, pacíficamente en una marcha.
Estos son los “pobres viejos” que Manini Ríos y un sector de la derecha más reaccionaria, con la inefable Mercedes Vigil como cara visible, apañados por las acciones del gobierno quieren poner en libertad. Ellos no son presos políticos, acá no hay presos políticos, porque a pesar de las innumerables trabas legales que han interpuesto para evitar que se investiguen los crímenes que han cometido, existe un sistema legal democráticamente resuelto que ,con grandes deficiencias por la ley de impunidad, ha permitido un camino para abrirse paso en encontrar un mínimo de verdad y algo de justicia, lamentablemente aún insuficiente, porque se siguen yendo sin arrepentimiento y sin decirnos la verdad. El último caso de Bleier nos muestra que no tenemos que descansar en nuestros esfuerzos.
El honor de las Fuerzas Armadas en nuestro país está manchado de sangre, es necesaria una reconstrucción democrática frente a aquellos que ayer y hoy siguen defendiendo los hechos más oscuros de nuestra República. Porque no hubo guerra interna, ni dos demonios, lo que hubo fue una violación sistemática de los derechos humanos (es decir torturas, prisión y muerte) de manera coordinada y sistemática contra gente cuyo único delito era pensar distinto. Aquellos que en nombre de esta fuerza ensayan un intento de defensa, lo único que hacen es seguir profundizando esa historia negra.
Cualquier Estado democrático se basa en respetar y asegurar el cumplimiento de unos derechos individuales y colectivos para sus ciudadanos, y esos derechos son inalienables, nadie puede eliminarlos sin dañar seriamente ese arreglo colectivo que es el Estado. La impunidad es la gran espina de la democracia uruguaya, y no hay justificación alguna que la pueda legitimar. Respetar los mandatos constitucionales e internacionales, así como esos derechos con los que todos nacemos nos transforma en un país más justo no en uno más injusto. Nos transforma en un país con mayores garantías para vivir, nos transforma en un país que reafirma sus valores más caros y defiende a su gente. Los presos políticos estuvieron antes, no ahora, de hecho, fuimos el país del mundo con mayor cantidad de presos políticos per cápita. Y nos quieren hacer creer de las bondades de estos pobres viejitos que solo deben haber torturado a cinco o seis personas.
Pero claro, esto no sólo va de lo que es legal o justo, ellos nos plantean una lucha por la disputa del pasado, clásico en los intentos de la extrema derecha del mundo y de América Latina. “La dictadura no fue tan mala, hubo algunos excesos”.
Estos sectores deben ser condenados por todos los actores que se consideren democráticos, ya es suficiente con haberlos hecho entrar en el gobierno. No podemos consentir que quieran decirnos que matarnos, torturarnos, proscribirnos fue por nuestro bien. Por suerte, somos más, la sociedad uruguaya y sobre todo los y las jóvenes sabemos cuáles son las banderas que ellos levantan, sabemos que mienten y sabemos que lo seguirán haciendo. Nosotros como en toda nuestra historia estamos a favor de la solidaridad y la libertad, esa que ellos defendieron solo para los ricos.
Los y las jóvenes por eso tenemos una oportunidad, de no solo decirle que sí a un modelo de país basado en la solidaridad y la justicia social, sino que, también poder defender las mejores tradiciones democráticas de nuestro país. No permitir que este germen que busca ofender al real transcurrir de los hechos crezca.
El 27 de marzo, también votamos por un país que les diga a los defensores de la dictadura que no habrá olvido, pero si justicia a nuestros compañeros.
Y seguiremos acompañando a madres y familiares, porque su lucha es la de todos y todas, es la de la democracia, es la de un país que definitivamente le abra las puertas a un mundo nuevo, más justo. Porque mientras aquellos que quisieron “tapar la primavera” permanezcan impunes habrá decenas de miles que no los dejarán vivir tranquilos, el silencio atronador de las urnas y los zapatos en las marchas seguirán dando lecciones de democracia a quienes la destruyeron.
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