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Fútbol, deporte y política

“Pedir que no se mezcle futbol y política es un oxímoron”


El deporte es un fenómeno social y cultural, que se desarrolla a nivel global y que, contrario a lo que dicen muchos conservadores, se vincula íntimamente con la realidad social, económica y política de los pueblos en los que se practica. Es decir, es imposible politizar el deporte porque el deporte es política, representa la vida en sociedad.

El fútbol como la principal expresión deportiva en nuestro país, y por qué no, en nuestro continente y en el mundo occidental, no escapa a esta realidad. Podemos vincular el fútbol con los acontecimientos políticos cotidianos de los que hablamos todo el tiempo. Por ejemplo, Mbappe señaló hace unos días que: “En Sudamérica el futbol no está tan avanzado como en Europa. Y es por eso que cuando miras las ultimas copas del Mundo siempre son los europeos los que ganan”. A partir de esta frase, podríamos hablar de las diferencias económicas que tienen los países centrales con respecto a aquellos que se denominan periféricos. También podríamos hablar del colonialismo, y como las selecciones europeas tienen jugadores que provienen de países que fueron colonizados y empobrecidos en el pasado. También podríamos hablar de como la FIFA, dinero mediante, ha permitido lavarle la cara a un régimen absolutista que no respeta los Derechos Humanos en lo más mínimo. Aproximadamente 6.500 trabajadores murieron construyendo los estadios del mundial de Catar, trabajadores que venían de países vecinos. Miren si no va a haber política en el fútbol.

Ni que hablar de los derechos de las mujeres y la población LGBTI. Se va a celebrar un mundial de fútbol en un lugar donde, según la Cancillería de nuestro país, “deben evitarse las demostraciones públicas de afecto, ya que pueden conducir al arresto”, “los comportamientos sexuales entre personas del mismo sexo son ilegales” o incluso se “prohíbe el uso de bikini en las playas”. Despolitizar las decisiones que coartan nuestros derechos es, en definitiva, defender al opresor.

En Uruguay, el futbol está intrínsecamente ligado a la vida nacional. A la política institucional y a esa, la más importante, la que hace la gente todos los días, dándole un sentido a la convivencia, organizándose por causas solidarias, justas. De la primera, tenemos muchas y variadas, con los partidos tradicionales y sus principales dirigentes involucrados en la dirigencia de los clubes y la Asociación Uruguaya de Futbol. También desde la izquierda hemos tenido referentes importantes, principalmente en clubes “chicos”. Por ejemplo, al expresidente Tabaré Vázquez, en ese momento presidente de un Progreso campeón, lo vetaron cuando tenía los respaldos necesarios para ser presidente de la AUF. Quien lo vetó venía por el lado de Peñarol, con particular relación con el presidente Julio María Sanguinetti, y su argumentación fue que no era bueno que alguien procedente de un barrio popular y que, además, tenía una inclinación política hacia la izquierda, fuera presidente de la AUF.

Al igual que en Brasil, el futbol fue parte de esos espacios donde la gente se expresó y organizó para luchar contra la dictadura. La Democracia Corintiana llamando a elecciones fue una muestra del potencial que tienen los clubes deportivos para transformarse en canalizadores de las demandas populares. Como decía Sócrates, el futbolista genial de Brasil: “ganar o perder, pero en Democracia”. En Uruguay, el poder intentó utilizar el futbol para legitimar sus aspiraciones autoritarias. El mundialito del 80´ fue eso, el intento de promocionar una estabilidad y bienestar que no existían. El grito de “se va a acabar, se va a acabar” inundó el Estadio Centenario sobre el fin del campeonato, el plebiscito de 1980 mostraba que la dictadura nunca tuvo mayorías sociales que la respaldasen.

La historia de muchos clubes, y sobre todo sus hinchas, ha estado marcada también por una historia de compromiso con su barrio, de lucha para enfrentar las desigualdades. De ser parte también del tejido social de los barrios. Las ollas populares, los merenderos, los cada vez mayores reconocimientos públicos de la necesidad de ir hacia un futbol más igualitario son solo algunas de las cosas que vemos a diario. Los clubes son la “excusa” para que la gente pueda reunirse y expresar sus ideas e ideales y hacerlos un poco más realidad. Desde los más grandes hasta los más pequeños, desde Montevideo al interior, desde los mayores al baby futbol.

Los propios actores del mundo futbolístico tienen y han tenido su papel relevante en los acontecimientos políticos de este tiempo. Pensando en la renovación de la mutual enfrentándose a los poderes de turno, pasando por figuras como el Bigote López, así como aquellos que han puesto su rostro en contra de la LUC o para Familiares de Detenidos Desaparecidos. Este tiempo ha tenido un ejemplo insoslayable en el maestro Tabárez.

Las hinchadas también juegan su papel, así como en el mundo hay aquellas que representan a sectores de izquierda y otras que representan a los sectores más conservadores, podemos ver que en nuestro país pasa lo mismo. Las hinchadas de los cuadros grandes, por ejemplo, tienen sectores que han podido mezclar la pasión por los colores que lleva la mitad de la población con la lucha contra la impunidad a la interna de sus cuadros o aportar para enfrentar el hambre en la pandemia.

Los ejemplos del vínculo entre deporte y política son interminables. La principal materialización de la cultura de nuestro país también es un elemento en disputa, por suerte existen ejemplos claros de como las grandes mayorías “mezclan” futbol con política, y no solo queda atribuido a unos pocos. Es obvio que, aunque el Ministerio del Interior no quiera, el estadio, la cancha se convierte, como en este 20 de Mayo, en un espacio donde reivindicar nuestras mejores tradiciones democráticas.

Es imposible borrar la traza política del deporte, pedir que no se mezcle futbol y política es un oxímoron, o peor, es la frase repetida de aquellos que no quieren que la principal representación de la vida de los y las uruguayas se sume al lado de las transformaciones sociales. Los cantos, los goles, todo futbolero o futbolera tiene grandes momentos, pero como dijo Cantona: lo mejor es darles una patada a los fascistas.



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