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68 AÑOS PASANDO A LA ACCIÓN


Foto: UJC


Cómo es sabido, este 25 de agosto la Unión de la Juventud Comunista cumple 68 años. Se trata, sin dudas, de una historia llena de heroísmo, entrega, creatividad y vida. Una historia que ha sido construida por miles de uruguayos y uruguayas que, en diferentes momentos, entregaron a la organización lo más genuino de sus expectativas de transformar la sociedad desigual y excluyente que los rodeaba, así como lo mejor de sus energías y disposición militante. Pero lo más importante es que, a través de su participación en la Ujota, pusieron todo eso al servicio del pueblo uruguayo, de los jóvenes de nuestro país y su derecho a vivir con dignidad. Esos jóvenes que, como planteaba la Juventud de la 1001 a la salida de la dictadura, se les ofrecía como única posibilidad sumergirse apáticamente en el Uruguay gris.


La Juventud Comunista nace el 25 de agosto de 1955 como una trinchera de lucha, un espacio amplio donde cada joven, sea cual sea el rincón del país del que viniera, encontrara un lugar desde donde transformar la sociedad. Porque nacimos para eso, al decir de Zitarrosa, para dar vuelta el tiempo como la Taba. Un espacio a habitar y construir por todos aquellos jóvenes que sufrían, y sufren, los golpes de un mercado laboral que nos condena al desempleo, al trabajo precario y salarios miserables. Un lugar desde donde denunciar las dificultades para acceder a educación pública de calidad, así como señalar la locura que implica que, una vez desarrollada una trayectoria académica, un oficio o lo que fuere, vivir de eso resulte utópico. Fue y sigue siendo un espacio desde donde denunciar un mercado inmobiliario que hace imposible soñar con desarrollar un proyecto de vida propio en un espació digno, sea o no de nuestra propiedad, porque nos interesa vivir no tener. Por sobre todas las cosas, desde 1955, la Juventud Comunista es un espacio para señalar a los poderosos y luchar por despojarlos de su poder, ese que, al servicio de la concentración de la riqueza en sus manos, nos condena a la mayoría a una vida de desigualdad, miseria y violencia; esa que de distinta forma nos golpea en la calle y en nuestros hogares todos los días.


La Juventud se convirtió rápidamente en una referencia para los jóvenes uruguayos, y su bandera estuvo presente en los barrios, pueblos, lugares de trabajo y estudio de todo el país. Desde sus primeros años la UJC organizaba comunidad, gremios estudiantiles y sindicatos, conquistando la Ley orgánica de la Udelar, luchando contra la congelación y rebaja de los salarios. También supo resistir, estoicamente, gloriosamente. Primero los embates del pachecato; luego, el terrorismo de estado, las detenciones de compañeros y compañeras, la tortura y el exilio. Cuando el aire escaseaba en este país y las direcciones de las organizaciones políticas, sindicales y estudiantiles eran cazadas por las Fuerzas Conjuntas; cuando nuestras calles se regaron de sangre de trabajadores, derramada por el propio Estado, cientos de compañeros y compañeras desde la Juventud asumían la posta para alumbrar el mañana, la democracia y la libertad. Cada año, cada mes, cada semana y cada día estuvo la UJC.


Es también, desde 1955, además de un espacio de lucha y transformación, un espacio de solidaridad. Desde la solidaridad más cercana, esa que se ejerce con el compañero de trabajo compartiendo un almuerzo, o se construye en las facultades promoviendo cooperativas de apuntes; hasta aquella que nace en lo más profundo de nuestro humanismo, que vibra por las injusticias cometidas en cualquier parte del mundo, como decía el Che. Compañeros con el carnet de la UJC estuvieron en España, luchando por la república y contra el franquismo. Hubo compañeros de la UJC en Nicaragua, luchando solidariamente contra la dictadura de Somoza y construyendo la victoria del Frente Sandinista. En Cuba, colaborando con la zafra de caña, para que la naciente revolución contara con recursos para llevar dignidad a su pueblo; y en tantas otras latitudes,


No se trata de temeridad, arrojo imprudente ni artificial heroísmo. La historia de la UJC y su disposición de lucha nace de la consecuencia, de la toma de conciencia de las desigualdades y de sus orígenes, del estudio y el convencimiento de la capacidad transformadora de la participación social y popular; de la porfiada convicción de que un futuro distinto es posible en las manos de aquellos que producimos diariamente todo en este mundo. Su internacionalismo no es fanatismo, aventura o interés en posibles retribuciones; aquellos que ven al mundo desde una montaña de billetes y no tienen más dignidad que aquella a la que se le pueda poner precio nunca lo han entendido. Nace, como canta Silvio, de asumir al enemigo. Ese enemigo común, que invade naciones y prueba armas en el mundo pobre, ese mundo con cara de mujer y de niñez; ese enemigo que saquea nuestra riqueza y recursos naturales, se burla de nosotros y asume que somos parte de su inventario. Nuestro internacionalismo nace del dolor y la bronca, pero también de la voluntad de superarla, de la convicción de que es posible, de la irreverencia ante el poder. Todos esos sentimientos que se acumularon en el cuerpo de Rolan Rojas, joven uruguayo, estudiante de la Escuela de Industrias Navales y miembro de la UJC, que en 1965 ante la visita de Dean Rusk (Secretario de Estado Norteamericano), se plantó ante él y su comitiva de seguridad lanzando a su rostro el grito de “en nombre del pueblo uruguayo, en nombre de Vietnam y Cuba”, junto con un escupitajo.


También fue y es construcción de unidad, primero en el FIDEL, luego en nuestro Frente Amplio, estuvo en la conquista de los gobiernos departamentales y nacionales y en su construcción.


Todo lo anterior es la verdad, son los pilares sobre los que se construyó la historia de la UJC, pero por sobre todas las cosas su presente. Porque hoy, 68 años después, la Ujota sigue siendo trinchera de lucha, espacio a habitar y construir por cientos de jóvenes que a lo largo y ancho del país sueñan con otro mundo y echan mano para hacerlo posible. Nuestra UJC enfrentó el neoliberalismo en los 90, la rebaja de salarios y recortes a la educación pública en huelgas estudiantiles. Eso en lo que también nos encuentra este amargo presente. Como ahora organizó entonces ollas populares y espacios comunitarios que permitieran el acceso a alimento en los diferentes territorios de nuestro país. La UJC lleva décadas en una pelea frontal contra el relanzamiento del Uruguay conservador, excluyente y violento. Décadas peleando por los derechos de niños, niñas y adolescentes cuando el poder los quiere usar de chivo expiatorio; peleando por los derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y a algo tan elemental como a vivir una vida plena sin miedo a la violencia patriarcal; peleando por una sociedad de derechos y libertades para todos y todas, a la alegría compartida y el derecho a ser; trabajando en los barrios contra la criminalización de la juventud pobre y trabajadora que recibe la peor cara de este sistema.


Pero la historia de la UJC y su presente estaría siempre contada de forma incompleta y no haría honor a la verdad si no se dijera que han sido 68 años rodeados de compañeros y compañeras. Rodeados de personas que aún sin ser parte de la organización, comparten camino, trinchera y lucha en una perspectiva que ha trascendido siempre a sus integrantes. La UJC ha estado en cada uno de los momentos relatados, lo está ahora, pero nunca ha estado sola. Creemos, tenemos la convicción y trabajamos diariamente para ello, que hemos aportado a la lucha de nuestra gente por un mañana distinto. Creemos que la lucha de los uruguayos y los jóvenes uruguayos no se podría contar sin nosotros; pero estamos convencidos de que tampoco se podría contar sólo con nosotros. Eso es algo que nos enorgullece y constituye el principal valor de nuestro aporte, confluir allí donde múltiples voluntades hacen posible la transformación social. Por eso nunca nos incomodó que nuestro aniversario coincidiera ni con la declaratoria de la independencia, ni con el día del Comité de Base. La historia de la UJC, sus expectativas y la suerte de sus objetivos políticos, están estrechamente relacionadas con la construcción y avance de las herramientas unitarias de nuestra gente; al tiempo que se para sobre las firmes raíces de lo más genuino de nuestros sentimientos emancipatorios como país.


Por todo ello creemos que el aniversario que se avecina, y su festejo, no es solo patrimonio de los actuales jóvenes comunistas, ni siquiera de los jóvenes comunistas de todas las épocas. Sino que es patrimonio de todos aquellos que compartieron y comparten camino en la construcción de un Uruguay distinto, hacen parte de un fragmento de estos 68 años y aportan hacia los que vendrán. Con todos y todas festejaremos.


Claudio Arbesún, secretario general de la UJC.

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